El ciruelo de natal o Carissa grandiflora es un arbusto espinoso que puede llegar a crecer hasta los 4 metros de alto. Se trata de una especie perenne originaria de Sudáfrica, pero que se distribuye en diversos países de clima tropical o subtropical. Su mayor atractivo lo encontramos en las flores blanquecinas que aparecen de forma solitaria durante la primavera y verano y que al cuajar, se convierten en unas bayas rojizas comestibles de unos 5cm.
Cuidados de una carissa grandiflora
Es una planta muy rústica, que resiste gran variedad de suelos, aunque preferiblemente intentaremos cultivar al árbol en un sustrato bien aireado y drenante. Por ejemplo una mezcla de akadama con pomice o akadama con volcánica a partes iguales.
El principal problema a la hora de cultivar carissas es el frío. Como hemos comentado anteriormente, se trata de un árbol que habita zonas tropicales y subtropicales, por lo que para poder tener éxito en su desarollo en zonas más frías, llevaremos a nuestro bonsái a una zona resguardada durante los meses más fríos.
No suele presentar mucho problema frente a enfermedades o plagas, pero en cualquier caso, de tratarse así, es posible que se deba a una mala ubicación del árbol. Hay que tener en cuenta que prefiere una exposición solar prolongada, de forma que su cultivo en zonas sombreadas o con poco sol, puede derivar en un debilitamiento de nuestro bonsái y, por tanto, menor protección frente a las plagas.
Cultivo de una carissa como bonsái
Lo más sorprendente de este planta es su facilidad para formar masas de verde. Su tamaño de la hoja no es excesivamente grande y si sometemos al arbolito a frecuentes pinzados, obtendremos unos entrenudos muy cortos, un tamaño de la hoja todavía más reducido y una compactación muy buena.
Después de pinzar el árbol hay que limpiar bien las herramientas, ya que al cortar una hoja o un brote, las carissas emiten látex al igual que los ficus.
Como mencionado, el pinzado es una parte muy importante del desarollo de las masas de verde, pero hay que tener claro que esto se verá reflejado en la floración de la carissa.
Para poder disfrutar de su floración y posteriormente de su fructificación, debemos dejar alargar las puntas de las ramas durante la primavera y verano. No hay que obsesionarse con esto tampoco, pues primero hay que centrarse en formar una buena estructura y más adelante ya tendremos tiempo de disfrutar de sus flores y frutos.
La madera en los ejemplares más viejos es otro de los atractivos de esta especie. Los árboles más viejos forman un tronco muy rugoso y con un gran interés estético. Es importante mencionar, que las ramas se pueden alambrar relativamente bien, pero cuando el tronco comienza a lignificar, el riesgo de partirse la rama es bastante alto. Por tanto, alambraremos los brotes cuando aún está tiernos.
En cuanto a los estilos en los que se puede formar, se adapta a muchas formas distintas. En este artículo hemos visto ejemplares formados en vertical informal, cascadas, o incluso como semicascada. Al tratarse de una especie bastante infrecuente no tenemos muchos ejemplos en los que basarnos, por lo que podemos dar rienda suelta a nuestra creatividad.
Espero que después de conocer esta especie os animéis a probar con ella, ya que seguro que os sorprende.